La seguridad a menudo falla en la capa humana.
Breitwieser explota la rutina: estudia las pausas para el almuerzo de los guardias, confecciona trajes para ocultar herramientas y se marcha con objetos de valor incalculable porque el personal asume que la confianza equivale a legitimidad. Es un recordatorio para auditar la cultura, no solo el hardware.









